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Huecos emocionales

León Plascencia Ñol

Texto para la exposición Mind the Gap, 2008.

Mind the gap, “Recuerda el hueco”, es una locución automática del metro de Londres que ha pasado a

convertirse en una frase característica de la ciudad. Originariamente se usó por primera vez como

grabación de advertencia en el London Undergrounden 1969 en las estaciones de Bank, Embankment

y Waterloo, debido al enorme espacio que quedaba entre vagones y andén por la curvatura de la vía.

Wikipedia

¿Cómo acercarse a una obra que escapa a cualquier intento de catalogación?, ¿cómo abordar desde el lenguaje a esa obra construida a partir de una profunda delicadeza, en la rareza y el límite? A veces el espectador o el crítico se descontrolan ante lo visto: hay un sacudimiento emocional. Son como ráfagas que van y vienen las imágenes de las mujeres devoradas, las mujeres silenciosas, las mujeres heridas. Cada figura pareciera estar a punto de decirnos algo, y es cuando se produce un quiebre en ese momento. Mejor, cada pieza es un instante, un signo -lleno de intersticios- del que no tenemos suficientes datos, sólo los que se muestran: son huecos que intentan cerrarse. Se está ante ciertos elementos que no sabemos cómo clasificar, y es ahí que empiezan las preguntas. No a la obra o a la serie de piezas que el ojo ve, sino a uno mismo. Me explico. En el trabajo de Mónica Álvarez Herrasti hay un efecto desestabilizador en quien observa cada una de las obras, de las series. ¿Qué es lo que vemos? Mujeres, animales, flores, a veces palabras, pero eso sólo es el borde. Hay dentro un hilo secuencial, un elemento narrativo que nos da pequeñísimas pistas, nunca suficientes. De ahí uno de sus elementos desestabilizadores. “Recuerda los huecos que voy dejando”, parece decir la artista. O, “esta obra es un hueco”.

Cada serie cumple una obsesión. Cada serie es una obsesión. Como el encaje, que aparece en todas y cada una de las obras y las series. La tela es un elemento que crea una aparente “feminidad” y un aparente anacronismo en los trabajos de Álvarez Herrasti, pero falla nuestra lectura. Evidentemente los encajes son mecanismos dentro del discurso: crean tensión, alteran el orden, irrumpen muchas veces la construcción para transformarse en ejes centrales de lo que se ve, se dice o se cuenta.

 

¿Qué hay en estas series que cautivan, que seducen? Por un lado está el humor, un sentido del humor muy fino y delicado, casi subterráneo; por otro, la línea fragilísima que parecen tener con lo autobiográfico. Cada mujer es, o podría ser, un doppelgänger, un doble de la artista.

Los materiales y los soportes con los que trabaja Álvarez Herrasti en sus creaciones, mezclan lo más nuevo con ciertas reminiscencias del pasado: las cajas musicales, los álbumes o bestiarios, las carpetas tejidas que cualquier abuela colocaría en las mesas o sillones. Estas mixturas dan la sensación de completud y vacío al mismo tiempo. Nos desestabilizan por algo preciso. Con las cosas del recuerdo, o de la infancia, o de la familia, deconstruye los signos que teníamos armados en nuestro imaginario y propone otros. Ahí hay violencia. Ahí hay belleza. Nos queda un hueco emocional ante sus obras.

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