Herida de sombras
Miguel Gaona
Texto para la exposición Hermanas, 2015.
Los retratos de la casa, colocados delicadamente en estos muros (como láminas de polvo sostenidas por secretos alfileres), nos miran en silencio. ¿Dónde está el tiempo que vieron y vivieron? ¿Qué tratan de decirnos con su ausencia? Mónica Álvarez Herrasti recupera del carbón los rostros y respuestas de preguntas y encuentros olvidados, estableciendo diálogos de sombra con un pasado hecho de luz.
Es patente que, antes de realizarse en lo palpable, cada imagen se enquistó benignamente en los tejidos de la artista, conformando un relicario emocional que se vació tan lenta y decididamente como un reloj de arena. ¿Puedes apreciar el volumen de sus ropas, su simetría y su armonía cambiantes, el sueño detrás de sus paredes de algodón? Más que restaurar o reproducir, Mónica traduce esas imágenes orgánicas a un código distinto, que se pronuncia desde un rincón atemporal; uno que se conforma gradualmente, a medida que los grises se aferran al papel; un código que se materializa con esa precisión que anima lo difuso.
Sin embargo, cada vestido o cuerpo (aunque también: cada alma retratada) es poco más que polvo. Se adivina, de entre las miradas y formas, una genealogía: semblantes finos, como de porcelana; miradas de extrañeza, como de ningún sitio. Asomarse –acercarse, los ojos muy atentos– a cada uno de estos cuadros, es también ser mirado por las sombras de otras eras, por el abismo de lo que ya no es.




