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Bestiario de la mujer calva

Luis Alberto Arellano

Texto para el catálogo Bestiario de Erszebeth, publicado por Plástica Cartonera, 2007.

El hombre precavido de la Edad Media tenía varios referentes que le indicaban el camino salvador de su alma. En un momento en que la lectura no estaba muy difundida, a razón de lo inaccesible de los libros, la fe buscaba os mecanismos más certeros para propagarse. Uno de ellos fue la realización de libros que servían como ayuda en la predicación: láminas de gran belleza que ilustraban a animales mágicos y poderosos, y que por medio de poemas breves ejemplificaban su relación con el divino salvador y su doctrina. La modernidad les llamó Bestiarios. Son, han sido, instrumentos de pronunciamiento, Sirven para que la gente se entere de algún secreto que no está al alcance de sus sentidos. Son guías en la Revelación, Los bestiarios de la antigüedad buscaban homologar a las características de los animales ilustrados algunos atributos del Salvador. O en el peor de los casos, los animales eran alegorías de las trampas del Maligno, Así la Anfisbena era una imagen de los maniqueos, que consideran equivalentes el Bien y el Mal. El Unicornio era en todo igual a Cristo, porque como éste, tenía una fuerza más allá de la comprensión humana y sólo podía ser tocado por los puros de corazón Cómo es que, entonces, éste es un Bestiario. La primera imagen devela la respuesta común: un ajolote devora a una mujer calva. La mujer tiene las características del animal que la consume. Esto es, una escritura que lleva la marca de lo femenino encuentra un símbolo para compartir una experiencia; la mujer desposeída, el cabello como bien que identifica el universo femenino, es devorada por sus contradicciones, que no son internas, sino que tienen realidad palpable Son un animal exterior que la acecha y al final la hace sucumbir. La autora está en dominio de un imaginario de notable belleza: la tensión entre el animal y sus características físicas, por un lado, y como fuerza espectacularmente contradictoria, la mujer y sus debilidades morales. La ilustración como una crítica de lo inacabado en el cuerpo femenino. Esto inacabado, esto inconcluso del cuerpo femenino que se expresa como una condición moral reprobable, es sin duda, resultado de la demanda masculina La mujer es proyecto en relación al deseo masculino que la quiere inacabada para poder ejercer su violencia creadora sobre ella. Este registro es el que Mónica Álvarez Herrasti ha buscado reflejar con estas doce piezas de una fuerza singular. El registro de la tensión entre dese masculino y negación femenina. Quiero creer que las mujeres devoradas por estos animales son en realidad consumidas por su disposición a perder la identidad en favor de la demanda amorosa del otro. Por eso la leyenda que explica su castigo tiene ese carácter de reconvención, La ilustración como verdad. Si el arte posee la capacidad de enunciar alguna Verdad, su Verdad, es en función de ejercer una mirada crítica sobre los procedimientos que dan posibilidad a sus prácticas. El entorno que condiciona Por qué una mujer calva es devorada por una zarigüeya, por qué otra lo es por un oso. Porque despojadas de su cabellera, Sansón inverso, que es signo de su fortaleza, se ven sometidas por el empuje deseante del otro. Las mujeres son presas de la masculinidad determinista a fuer de perder sus rasgos originales.


Piezas de una pureza originaria: el rostro velado de la mujer calva está siempre a la mitad de ser tragado. Hay un rasgo de interrogante en la mirada. A medio camino entre el enojo y la duda. Es notable cómo la textura de los animales está dada por un bordado que les da una piel homogénea. Labor tradicionalmente femenina, el bordado de estas piezas se rebela a ser un aporte meramente decorativo y se vuelve una marca, una signatura.


Los animales las tragan, nosotros espectadores estamos ahí para ser devorados. 

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